Joseph Bau salvó su vida por su habilidad para rotular caracteres góticos en el campo de concentración donde estaba confinado. Este polaco estuvo cautivo por los nazis en el campo de concentración de Plaszow a causa de su condición de judío, y allí fue obligado por sus captores nazis a dibujar mapas y signos dado su oficio de delineante. El arte salvó su vida.
Durante su cautiverio, Joseph Bau conservaba un cuaderno en miniatura cuyas hojas alimentaba de ilustraciones y de poemas. Ese cuaderno sirvió para construir una memoria gráfica, pavorosa pero tierna a la vez, sobre su experiencia en los campos. Y sirve ahora como tema central de la exposición Joseph Bau, el pintor de Cracovia, que puede verse en el Archivo Histórico de Jaén hasta el próximo 6 de marzo.
La muestra, organizada por la Delegación de Sefarad-Israel en Andalucía, ofrece 24 reproducciones de los dibujos que realizó este delineante judío durante su periodo de represión en el campo de concentración y también durante su carrera profesional en Israel. "Esta exposición es el corazón de la memoria judía del holocausto. Joseph Bau fue capaz de evocar la doble dimensión del holocausto. Por un lado, el drama y la tragedia y, por otro, esas luces de humanidad que, a pesar de todo, aún podía tener. Son una señal de cómo los hombres son capaces de resistir a las peores circunstancias con esa esperanza de vida", explicó la directora del Área de Holocausto y Antisemitismo de Sefarad-Israel, Henar Corbí.
Las obras de esta exposición forman parte, junto a numerosos libros, películas y fotografías, del Museo Bau de Tel Aviv conservado por Hadaza Tzilila Bau, hijas del artista polaco. No obstante, las láminas que se exponen son reproducciones de los originales que fueron donados a la Casa Sefarad-Israel por las hijas del prodigioso judío. Hasta ahora, solo la Asamblea de Madrid y la Universidad Complutense habían acogido obras suyas.
Bau, que murió de una neumonía en Tel Aviv hace seis años, conoció en el mismo campo de concentración a Rebecca, otra prisionera judía de la que se enamoró, con la que contrajo matrimonio en una liturgia clandestina y a la que, una vez liberado, buscó y encontró en un hospital checo. El silbido con el que ambos se comunicaban en las tinieblas del campo de concentración iluminó el reencuentro y supuso el preludio de una convivencia feliz que les unió durante décadas. Fue Rebecca quien le consiguió un puesto en la lista de Oskar Schindler, la lista que protegió de los campos de exterminio a 1.200 judíos polacos.
Schindler le entregó incluso las posesiones que había dejado en el campo de concentración. Entre ellas había un diario y poemas que había escrito entre los años 1943 y 1944 en hojas del tamaño de un paquete de tabaco. Muchos de los dibujos y poemas se reproducen ahora en el libro El pintor de Cracovia.
"Hoy, desde Jaén, se arropa con un sentido mucho más hondo y próximo a aquellas personas que encontraron frente a sus ideales y sus creencias las peor de las intransigencias, la plasmación más terrible de la reacción totalitaria contra la libertad y la dignidad del ser humano", dijo el defensor del Pueblo Andaluz, José Chamizo, quien participó en el acto institucional en memoria de las víctimas del holocausto nazi, que precedió a la inauguración de la exposición sobre Joseph Bau.
"Es la llama que ilumina el inteligente aviso de que debemos permanecer alerta ante el monstruo de la barbarie y sus mil disfraces", subrayó Chamizo en el acto que contó también con la presencia del vicepresidente de la Federación de Comunidades Judías de España, Yossi Obadía, y la delegada en Andalucía del Consorcio Sefarad-Israel, Mercedes Gallardo. Todos ellos coincidieron en la necesidad de reivindicar la memoria contra la barbarie para que no se vuelva a repetir.
El Pais Andalucía
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